El parto de Alba

Mi parto fué un sueño precioso hecho realidad.

Después de una experiencia traumática en mi primer parto sentíamos angustia al pensar en cómo iba a ir todo. Esta vez intenté ir sin expectativas y fué mucho mejor de lo que me hubiera imaginado.

Tenía bastante claro que quería un parto natural y sobre todo respetado, donde mi pareja y yo nos sintiéramos como en casa.

Por otra parte sabía que no iba a ser fácil, empecé el embarazo con bastantes miedos hacia el momento del parto pero esta vez decidí informarme y llenarme de todo lo positivo. Me leí el libro de Parir (Ibone Olza), acudí a sesiones preparto con una fisio de suelo pélvico (nos ayudó muchisímo a mi pareja y a mí), me conectaba a las charlas online que me interesaban sobre parto natural Y/o positivo para empoderarme y decirme a mí misma que mi bebé y yo podíamos hacerlo, no necesitaba nada más que estar tranquila, dejar que fluyera e intentar eliminar, en la medida que pudiera, el miedo de mi cuerpo.

El día que nuestro bebé decidiera nacer iríamos al hospital Pius de Valls, ya que es referente en parto natural y no intervienen a no ser que sea necesario. Necesitaba algo así, mi intuición me decía que nadie mejor que yo sabría que tenía que hacer y toda «ayuda» en un hospital me bloquearía, como ya me había pasado anteriormente.

Y a las 40 semanas de gestación, después de un par de días notando alguna que otra contracción suave, el día llegó. Llevaba unas horas con olas uterinas que iban y venían, desaparecÍan y volvían a empezar con suavidad. Estábamos tan emocionados e inquietos, qué fuimos al hospital antes de hora, me tuvieron en observación pero solo había dilatado 1 cm así que volvimos a casa sobre las 8h de la mañana. Intenté dormir un poco ya que esa noche no había dormido.

No podía conciliar el sueño, pues las olas seguían y yo no podía dejar de prestarles atención, mi bebé estaba ahí, cada vez más cerca de nosotros. A partir de ese momento empezábamos juntas un camino para el que aunque me había preparado, lo mejor de todo es que estaba convencida que mi cuerpo y mi bebé sabían perfectamente qué hacer. Estaba segura de mi misma y me sentía fuerte, y como el parto sería totalmente imprevisible opté por dejarme llevar y disfrutar del momento.

Las olas uterinas cada vez eran más fuertes, me ayudaba controlar mi respiración, contando hasta diez, repitiéndome como un mantra que cuando pensara que ya no podía más, la ola uterina habría llegado a lo más alto y volvería a bajar.

 Iba cambiando de postura hasta dar con la que menos presionaba mi sacro. Fué una búsqueda de bienestar, inconscientemente mi cuerpo se relajaba después de cada ola, y el momento al que le tenía tanto respeto se convirtió en una de mis mejores vivencias. 

Me senté en la pelota y me puse a escuchar a Nashira, de Nacimiento Positivo, un directo que había hecho días atrás y lo tenía pendiente, recuerdo que escucharla me ayudaba a tranquilizar mi mente, cerraba los ojos y me invadía la paz. Mi mayor miedo al pensar en el parto siempre había sido el dolor, por si no podía sobrellevarlo, sumado a qué algo no saliera bien, y sorprendentemente cuando llegó el día mis pensamientos se mantuvieron positivos. 

Mi cuerpo era que el creaba esa sensación llamada dolor así que no podía ser más fuerte que yo, podía controlarlo perfectamente y por supuesto, eso significaba la llegada de nuestra bebé. Mi pareja llegó (había ido a buscar a nuestro hijo mayor al cole) y decidimos ir al hospital, las contracciones eran fuertes y sentía mucha presión en la zona lumbar. Al levantarme de la pelota e ir al baño noté una sensación fuerte en el bajo vientre y empecé a sangrar un poco.

Teníamos un camino de 30 minutos en coche, así que nos armamos de paciencia. El recuerdo que tengo más vivo de ese viaje es que sentía una presión muy intensa en la pelvis que hacía que tuviera la necesidad de levantar mi cuerpo, las olas uterinas ya no ocupaban toda la atención. Gracias a mi pareja, me recordaba que podía controlar el dolor y respirábamos juntos,… Cerré los ojos y me dejé llevar.

Llegamos a urgencias. Mi cuerpo me pedía pujar. Era la primera vez que tenía una sensación así. Nada más llegar le pedí a la matrona si podía ir al baño. En ese momento pensé, ya está naciendo. Cada pujo me llevaba a una sensación agradable, tenía tantas ganas de conocerla. Fuí a la sala de partos, la matrona me había preparado la ropa y estaba preparando la bañera, le dije lo que me estaba pasando y al mirarme dijo : ya está aquí! . Me semitumbé en la camilla, y cada vez que mi cuerpo me lo pedía pujaba.

Mi pareja me ayudaba con sus palabras, cálidas y reconfortantes.

La matrona también me daba seguridad, estando ahí, apoyándonos y sin invadir nuestro gran momento.

En cada pujo notaba un descenso, en unos minutos nuestra hija empezó a nacer. Lo recuerdo como una de las experiencias más gratificantes de mi vida. La cogí con mis manos y en menos de 1 segundo ella estaba en el otro lado de mi piel, conectadas en todo momento. El expulsivo fué corto, intenso y precioso. Sanador. Ella conoció el mundo con suavidad, con calma y una tranquilidad increíbles. Empezó a mamar y durante un buen rato permaneció despierta, tranquila, escuchando únicamente nuestra voz.

Cerró los ojos para descansar. Y nosotros nos miramos con el corazón lleno de amor, casi sin creernos lo bonito que había sido lo que acabábamos de vivir.

Gracias Naia 💜

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *