El día 6 de julio de 2016 empezaba con contracciones a las 11:30 de la noche.
Nos habíamos mudado a nuestra nueva casa apenas dos semanas antes, pero con la ayuda de nuestros amigos y familiares, conseguimos ponerlo todo a punto. Esa misma noche habíamos dejado la piscina preparada con mis afirmaciones positivas, mis velas, mi difusor de aceites y como no, ¡muchas toallas!
Mi matrona Marina llegó pasadas la 1. Con cada contracción me iba balanceando en la pelota, iba al baño, me apoyaba en mi pareja… Cuando mi padre terminó de llenar la piscina me metí dentro. Que placer fue meterme en el agua, noté como mis músculos se relajaban.
Cuando las contracciones se volvieron más intensas empecé a usar el óxido nitroso. Iba notando como mi cuerpo iba expandiéndose, haciéndole camino a mi bebé.
En las siguientes horas fui de la piscina al baño, al sofá, cuatro patas…
A las 7 empecé a sentir ganas de empujar, asi que Marina llamó a la siguiente matrona que vino con una estudiante. Aunque en mi casa estaban mis padres, mi hermana, mi pareja y mis matronas, yo me sentí en mi mundo en todo momento. Conectada con mi bebé y con todo lo que estaba pasando. Me sentí empoderada, respetada y protegida.
Tras dos horas de pujos nació Yago. Yo estaba de pie, apoyada en mi pareja y mi hermana. Fue muy emocionante para todos nosotros.
La placenta nació a los 10 minutos tras inyectarme oxitocina intramuscular. Tuve un desgarro de tercer grado que tenía que ser suturado en el hospital. Tras darnos una ducha y desayunar, nos fuimos al hospital acompañados de mi matrona Marina. Estos desgarros deben ser suturados en quirófano con una buena luz y una analgesia apropiada. El ginecólogo que nos atendió fue súper respetuoso y me felicitó por haber tenido a mi bebé en casa. Todo el personal fue muy atento y empático.
Yago nació a las 41+6 y pesó 4.5kg.